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Mirada culpable

Regresas del trabajo y te encuentras una escena clásica: la tierra fuera de la maceta, el cojín de la sala mordido o algún zapato destrozado, y en el momento en el que llamas a tu perro para reclamarle, él aparece con la inconfundible mirada de «culpa». Después de verlo, lo más probable es que pienses «Este perro sabe perfectamente que hizo una travesura y que lo que hizo estuvo mal». Lo lógico serí­a creer que efectivamente reconoce que lo que hizo estuvo mal, sabe por qué lo estás regañando y por eso pone cara de culpable.

La realidad es un tanto diferente. La gran sensibilidad de los perros les permite aprender a percibir y entender nuestras emociones y reacciones. Se la pasan estudiando nuestro lenguaje corporal, nuestras rutinas y todo lo que hacemos. En la «escena del crimen» descrita en el primer párrafo, lo que ocurre realmente es que tu perro reconoce tu lenguaje corporal, el tono de tu voz y tus gestos. Todo ello le indica que estás molesto, aunque en realidad él no sabe cual es la razón. Lo que tu perro sabe es que te sientes mal y enojado y, por lo tanto, él también se siente mal. Es tu actitud la que dispara su mirada de culpable.

Tu perro solo sabrá que hizo algo indebido si lo pillas y corriges en ese momento, y es entonces que entenderá que estas molesto por su conducta. Sin embargo si el regaño sucede horas o incluso minutos después, no es que a tu perro se le olvide lo que hizo, él sabe que «se hizo pipí ahí», sin embargo lo que no puede hacer es relacionar tu regaño con el suceso, a menos que ocurran al mismo tiempo. Claro que percibirá que estás molesto, pero no sabrá por qué.

Si para tu perro se repite mucho el hecho de que llegues y lo regañes por algo que hizo, eventualmente podría aprender algo como: «Ok. Pipí en la sala + 7:00 pm de la noche = mi dueño enojado», y por eso puede anticiparse con su mirada de culpable antes de que empieces con el «sermón». Sin embargo, eso no significa que pueda razonar y entender que hacerse pipí en la sala es lo que provoca que lo regañes y está mal.

Estudio sobre «mirada culpable» por Alexandra Horowitz

Un nuevo estudio concluye que la conducta que la gente interpreta como culpabilidad del perro es simplemente una reacción a sutiles señales de los dueños. “No estoy negando que la gente haya tenido esa experiencia. La he vivido yo misma”, dice Alexandra Horowitz, profesora asistente de psicología en el Barnard College en Nueva York, que realizó el estudio publicado en el número de julio de la revista Behavioural Processes. “Pero no creo que podamos decir que los perros se sienten culpables. No creo que refleje una emoción íntima del modo que creemos”. Horowitz realizó la investigación como parte de un interés más amplio en entender los antropomorfismos: la tendencia de la gente a atribuir emociones humanas a los animales.

“Una de las cosas que me interesa es la desconexión entre cómo los científicos se refieren a la conducta animal y cómo lo hacen los dueños de mascotas”, dice Horowitz. “En la ciencia, los antropomorfismos están prohibidos. Pero parece ser que entre los no científicos, es una manera frecuente de hablar sobre animales. Incluso los científicos que se refieren a los monos de sus laboratorios por números, en casa dirán, por ejemplo, que su perro está malicioso. Yo quería poner a prueba esos casos”. Así que Horowitz ideó un experimento con catorce personas con sus perros: seis hombres y ocho mujeres, incluyendo seis chuchos, un griffon de Bruselas, un terrier tibetano, un cockapoo, un shih tzu, un terrier color trigo, dos salchichas y un labrador cobrador.

Horowitz pidió a los dueños mostrar un bizcocho a sus perros, ordenarles no comerlo y luego salir de la habitación. Cuando el dueño desaparecía, ella les permitía comer los bizcochos o los retiraba. Cuando volvían, les decía a los dueños que el perro había obedecido, o que no había obedecido y se había comido el bizcocho. Los dueños reprochaban a los perros desobedientes. Pero la mitad de los dueños fueron engañados. Sólo la mitad supo de verdad qué había pasado. Y lo sorprendente fue que los perros que habían obedecido mostraban al menos una de las nueve conductas asociadas con la «mirada de culpabilidad»: agachar la cabeza, meter el rabo entre las piernas, o mover rápidamente el rabo por abajo, mojarse los labios, ofrecer una pata, o tratar de huir. De hecho, Horowitz descubrió que los perros mostraban esas conductas cuando sus dueños creían que habían desobedecido y los regañaban.

“El perro que demostró más culpabilidad en su mirada, era un perro inocente”, dijo. “Eso fue sorprendente”. Horowitz concluyó que esa conducta es probablemente el resultado de sutiles señales que los perros detectan en sus dueños que los hacen anticipar el castigo, y no que se sientan necesariamente culpables.

“Lo que llamamos la mirada culpable se yuxtapone con la conducta sumisa, una postura que se puede adoptar cuando piensas que alguien está enfadado o podría castigarte”, dijo. “Parece que los perros están respondiendo a señales de sus dueños. Es una reacción o anticipación de cuando alguien está enfadado o podría castigarte”.
Los perros que era más probable que exhibieran conductas en respuesta a un reproche eran los que habían pasado por adiestramiento en obediencia, dijo.

“Pueden haber aprendido que es bueno adoptar esas conductas cuando detectan ciertas señales corporales o un cierto tono de voz de sus dueños”, dijo. “Creo que la reacción es una anticipación del castigo. Se han dado cuenta de que esa conducta está relacionada con un castigo posterior. Es una diferencia sutil, pero importante”. Horowitz enfatizó que su experimento no pudo medir si los perros se sienten culpables, sino solamente que las conductas que los humanos interpretan como demostraciones de culpabilidad en realidad no demuestran eso.

“Eso no quiere decir que los perros no se sientan culpables. Cuando están jugando juntos, manejan un código de conducta y pueden distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Y creo que lo que llamamos la mirada culpable existe, pero no creo que esté relacionada necesariamente con la culpa de verdad”, dijo. “Pero no puedo decir que sé qué están sintiendo”. Horowitz reconoce que sus estudios pueden ser recibidos con escepticismo por muchos dueños de perros.

“Un montón de dueños también creen que los perros les expresan su afecto hacia ellos con besos y lametazos en la cara cuando vuelven a casa. Esa es una manera de hablar sobre la conducta de los perros”, dijo. “Pero si te fijas en la conducta de sus ancestros -los lobos-, cuando un lobo vuelve al grupo, todos los otros animales lo rodean y lamen la cara. Están tratando de que regurgite el alimento que ha comido. Así que los lametazos son un intento de que regurgitemos un poco de comida para saber dónde hemos estado”. 

Unos investigadores elogiaron el estudio. “Es una conclusión alarmante e inquietante”, dijo Clive D.L. Wynne, profesor asociado de psicología en la Universidad de Florida en Gainesville, que edita la revista que publicó el estudio. “Vivimos con estos animales en casa pensando y creyendo que ellos y nosotros estamos en la misma longitud de onda. Lo que muestra el estudio es que no nos entendemos. No nos entendemos de ninguna manera”.
Pero otros investigadores dijeron que aunque el estudio está bien hecho y es provocador, siguen creyendo que no es concluyente.

“Creo que es un estudio bueno e importante”, dijo Marc Bekoff, profesor emérito de conducta animal en la Universidad de Colorado en Boulder. “Pero no estoy convencido de que este sea el fin de la historia. No creo que demuestre que los perros no se sienten culpables y que no podamos interpretar esa conducta como culpabilidad”.

En el estudio participaron muy pocos perros, y se sabe muy poco sobre el origen de los animales y sus dueños para saber cómo interpretar esos datos, dijo.

“Creo que el mensaje es que la mirada culpable no quiere decir necesariamente que el perro haya hecho algo”, dijo Bekoff, observando que la investigación indica que la gente es bastante precisa en la interpretación de las emociones animales. “Pero podría querer decir que el perro hizo algo. Hay bastante consenso sobre las emociones que la gente atribuye a los animales, y muchas veces tienen razón”.


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