Maricarmen: Super Cachorro de la Semana

Maricarmen: Super Cachorro de la Semana Hembra
13 años

Mi nombre es Patricia, tengo 26 años y quiero compartir mi historia con Maricarmen.

Hace más de 13 años, no sé cuándo exactamente, una perrita trajo al mundo una camada de cachorros. Espero que todos hayan corrido con suerte, incluso más que Maricarmen Inés, mi perrita, quien es, por mucho, el ser que más amo. Desde el día en que la vi cambió mi historia.

Eran las 7 de la mañana del siete de septiembre del año 2001 y yo acababa de cumplir 13 años.  Estábamos mi papá y yo en camino hacia la casa de unos amigos e íbamos un poco apurados, no recuerdo por qué. Traía yo una blusa de color fucsia, unos pantalones muy cómodos y me hacía una cola en el cabello cuando tropecé con el hombro de una persona en el umbral de un edificio. Eran unas cuatro personas aglomeradas en la reja mirando hacia el piso y se notaba su impaciencia. Yo no soy demasiado curiosa, de hecho, es muy extraño que investigue algún suceso en la calle que no me competa, pero ese día lo hice y la recompensa fue invaluable: conseguí una cachorrita asustada, hambrienta y con frío que se convirtió en mi amiga, en mi hija y en la hermana que nunca me dieron mis padres.

Mi primera reacción fue acariciarla. Mi papá había seguido de largo y me dispuse a seguirlo, pero no pude, no sin esa perrita. Me detuve, volteé a verla otra vez, corrí hacia donde mi padre y le dije que iba a recoger a ese perrito. Aun no comprendo por qué dijo que sí, su única condición fue que me apurara. Me devolví, la volví a acariciar y con cuidado la cargué. Descubrí que no era gris si no blanca, pero estaba tan sucia que nadie podría haberlo notado de lejos. Conté sus manchas, en ese momento no eran muchas, y me sorprendí al notar que se movían. Más tarde me dijeron que las pecas no se mueven, pero las pulgas sí y que son muy fastidiosas porque pican. Temblaba mucho aunque no hacía frío, me di cuenta de que se le notaban todos los huesos y, mientras caminábamos, no pude hacer otra cosa que abrazarla. Ella también lo hizo. Aunque no tenía más de cuatro meses decidió que sería mi madre y juro que jamás ha existido un hijo más amado y protegido que yo.

Nunca dejamos de abrazarnos. Aunque no estuviéramos juntas, nos abrazábamos. Ella, ese primer día, se adueñó de mi corazón y todavía no lo suelta. Yo, en ese momento, decidí que siempre estaría con ella. Y allí estuve.

Hace casi diez meses murió y no hay día en que no la recuerde y se mezclen en mi rostro sonrisas y lágrimas. Y, aunque la gente crea que yo la rescaté, en realidad fue ella quien me salvó a mí ahuyentando mi soledad y mi tristeza.

La primera mitad de mi vida esperé cada día a que llegara, en la segunda mitad estuve con ella y, ahora, me siento infinitamente agradecida de llevar este amor y su memoria por el resto de mis días.

Gracias, gordita. TE AMO. SIEMPRE.

Enviado por: Patricia O.